Durante los años más recientes del siglo XXI, las costumbres y, sobre todo, las ideas se han ido modificando con una intensidad y aceleración vertiginosas, debido a la popularización de nuevas tecnologías que se expresan gracias a las imágenes en movimiento. Tanto la arquitectura como la ciudad y el cine también han sufrido este cambio, interactuando de tal modo que se puede aplicar una fórmula, una suma, que convierte a estos tres componentes en algo nuevo, cuyo destino es la progresiva ficcionalización de lo real. Con este panorama, hoy más que nunca hay que saber mirar, construyendo una nueva visión, que sirva para buscar síntomas de lo que está sucediéndole a los seres humanos, incluso en aspectos que a veces parecen banales, pero que en el fondo son cruciales. Una vez encontrados estos síntomas, hay que analizarlos encontrando sus significados, para saber si es necesario enfrentarse a ellos o usarlos de forma eficaz. La arquitectura y la ciudad ya no son solo aquello que se ve en las pantallas, sino que se han transformado en aspectos esenciales del cine, al mismo tiempo que se han modificado por culpa de la imagen en movimiento.