«La ciudad que intentábamos fundar», en aproximación libre del texto de Platón, estaría inscrita en gozar del tiempo de ocio y vivir la libertad en sus espacios. La naturaleza se mostraba en aquellos iniciales apuntes gráficos escasa de imaginación y el acotado proyecto solo parecía representarse en los perfiles de sus leyes inmanentes. La forma de la ciudad, dentro de los protocolos de la modernidad, sería el proyecto de arquitectura, siempre destinado a superar la fría soledad de la materia, desde las formas y funciones que ordenan los espacios cívicos. El encargado de embellecer la escena, el fondo subliminal de aquellos mensajes, trataban de recuperar cierto axioma de la modernidad progresista, según el cual el Estado crea riqueza y el mercado puede generar equidad (justicia, para entendernos).
La ciudad sufrió, y en gran manera, los efectos de la «riqueza oligárquica» frente a las reducidas conquistas de la «riqueza democrática», que dejaron huella manifiesta de tal derrota en los pliegues de la racionalidad vencida. No obstante, el espacio arquitectónico formalizó, en ocasiones, hallazgos significativos, ejercicios de expresión y compromiso para la construcción de la nueva metrópoli, que todavía permanecen como leves cenizas de los tiempos modernos.
ANTONIO FERNÁNDEZ ALBA
(Salamanca, 1927) Doctor Arquitecto y profesor emérito de la Universidad Politécnica de Madrid en la Escuela Politécnica Superior de Arquitectura, donde ejerció la docencia casi cincuenta años, entre 1959 y 2003. Académico de número de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (1986) y de la Real Academia Española (2004). Su destacado trabajo profesional como arquitecto, que mereció el Premio Nacional de Arquitectura de 2003, lo ha compartido siempre, desde una independencia de pensamiento crítico, con una dilatada experiencia internacional en la enseñanza universitaria. Es autor de numerosos libros y artículos y en Ediciones Asimétricas ha publicado con anterioridad Azules de otoño cerrado (arquitectura en tiempos de oficio).